I fell Like I am Learning to Fly, again…

Every morning I wake up imagining a new different day, imagining when this nightmare will end. When we will back again to look at each other’s faces, smiling without masks, feeling without fear … getting excited when walking through forest trails and nature paths, with friends and hugging around, holding hands and playing all these old songs…

So many things I can imagine but, I am really exhausted, I am tired of forcing my mind to find the way out and jump out of this new reality.

The one that we have arrived alone, where the harbors are empty and the souls are broken in oceans full of nightmares. Without being able to react to our own incompetence that sakes our faces every single day…

Without limits, we are capable of overflowing us due to our myopia and lack of solidarity with ourselves. I want to jump out of this new reality, always going down.

Dinosaurs were able to live on this planet for millions of years in the past, we are still bent on our self-destruction, what else?.

Meanwhile, I keep imagining the long mountain bike rides through the valleys, enjoying the long-awaited freedom of my soul, playing my old Gibson guitar under the moon, and the stars.

To all my «real» friends all around the world;+)

Take care and be safe.

Carlos J. Ochoa Fernández ©

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LA CRISIS SILENCIOSA (1ª parte)

Ha sido un largo periodo de espera y de cambios de todo tipo, pero finalmente estoy de vuelta y esta vez para quedarme…

A lo largo de estos últimos años, estamos asistiendo y padeciendo una serie cambios drásticos y profundas transformaciones en nuestra sociedad y que nos afectan en mayor o menor manera a todos. Y no es menos cierto que debemos aceptar que el “cambio” es un estado de permanencia en nuestra agenda, pero los ciclos entre fases se acortan y eso nos obliga a un esfuerzo de activación mental y física permanente.

Hay cambios y trasformaciones que vemos, percibimos, sentimos o sufrimos. Pero hay otras que ocurren a nuestro alrededor de forma muy sutil, en mundos paralelos y que aparecen de repente, como por casualidad.

Independientemente del tipo de cultura o régimen político que gobierne en cada lugar del planeta, sociedades democráticas, religiosas o dictatoriales, estamos siendo dirigidos por una misión casi “mesiánica” cuya base es la economía del crecimiento y la rentabilidad, sin demasiadas preocupaciones en la sostenibilidad del modelo. La inmediatez prima sobre el largo plazo y el beneficio individual sobre el colectivo.

Este proceso no es nuevo y se viene labrando desde hace décadas. Y su primer foco se centra en las bases: la educación y la formación de niños y adolescentes. Los modelos educativos de la actualidad son casi ancestrales y basados en la lección magistral, cuyo actor principal es el profesor y no el alumno. Desde niños, a los jóvenes se les dirige y forma bajo una fuerte presión de “utilidad a corto plazo”, a cubrir las demandas del mercado inmediatas, independientemente de su vocación, aspiración o misión. Aniquilando de esta forma los sueños de millones de jóvenes. Limitando su creatividad, coartando su imaginación, su espíritu descubridor e inspiración, con la idea de crear maquinas perfectas, con una capacidad mínima de pensar y decidir por ellas mismas.

Nos encontramos pues, en un escenario en el que los jóvenes se ven forzados a dirigir sus objetivos en una única dirección, transformando los procesos y planes educativos y formativos en una herramienta para el desarrollo y crecimiento económico de un modelo “universalmente” aceptado. Lejos de un modelo de desarrollo de sociedad sostenible a largo plazo, inteligente, democrática y respetando los valores “universales”, la ética y el medio ambiente.

Esta transformación, vertiginosa, está produciendo grandes cambios cuyo impacto “global” e interrelacionado no se sometió a un estudio y análisis profundo y absolutamente necesario para analizar sus potenciales consecuencias en nuestra sociedad a medio plazo. Esto puede llevarnos a un escenario de futuro realmente incierto, preocupante, que puede afectar directamente al modelo de democracia y libertades actual. En donde las incertidumbres superan con mucho las previsiones más pesimistas de organismos internacionales.

Estamos viendo como distintos estados nacionales, están descartando deliberadamente en sus sistemas de educación materias, aptitudes, valores, que casi sin advertirlo, son absolutamente necesarias para mantener la viva la creatividad, la imaginación, la diversidad, en fin, viva a la democracia.

Y ante esta situación, asistimos silenciosos sin cuestionar en profundidad el estado de la cuestión: El que y para qué.

Esta crisis o estado de crisis permanente en la que vivimos y que a grupos de interés les interesa que así se perciba por la sociedad, con el fin de mediatizar la toma de decisiones que en una situación “hipotéticamente” asumida como de normalidad no se aceptarían, pone en fuerte tensión y en conflicto la idea de la educación universal.

Una educación concebida como una herramienta para el crecimiento económico —poco o nada preocupado por una reflexión seria, honesta y sensible sobre la equidad en el acceso a la misma y las oportunidades. Por el contrario, la educación debe estar en el ADN de los países y estados, bajo una “Visión” más allá del decálogo político de un partido, ideario político y mucho más allá de acuerdos cortoplacistas entre grupos de interés. Una “Visión” que defina un modelo de país/estado y que entre sus pilares básicos y prioritarios se encuentre la educación y la formación de sus ciudadanos. Una educación que nivele las necesidades de la sociedad con las vocaciones personales, inspirada en valores, la igualdad de oportunidades, el acceso libre y gratuito a la educación deseada, que afronte con decisión las grandes brechas de la sociedad del siglo XXI (digital, envejecimiento, pobreza, conocimiento…) y que permita el modelo de desarrollo humano de una educación liberal, indispensable para cultivar las democracias del mundo global.

Para algunos expertos y estudiosos, en la actualidad hay una fuerte tendencia a considerar que el principal objetivo de la educación es “enseñar” a los estudiantes a ser económicamente productivos, y según parece, las cosas que sí importan son aquellas que preparan a los individuos para acceder a una carrera laboral. Esta visión limitada de la educación, basada en el desarrollo de habilidades rentables, limita considerablemente la capacidad para pensar de una manera distinta, enriquecer el pensamiento desde distintos puntos de vista, criticar a la autoridad y para sentir solidaridad por las gentes que son diferentes o están marginados.

Esta fuerte tendencia a educar en un pensamiento “único” comúnmente aceptado, se ha convertido en un obstáculo para el desarrollo de nuestras capacidades para tratar los problemas globales complejos aportando soluciones distintas. Limitando infinitamente nuestra capacidad de ser humano libre y con capacidad para pensar y tomar decisiones justas.

Va pasando el tiempo y nos vamos sumergiendo en una especie de burbuja virtual, que a medida que se hace más grande, sus paredes se vuelven más débiles y sensibles. Una burbuja compleja, que no obedece a ningún tipo de reglas físicas ni químicas y que navega sin rumbo, en un espacio cada vez más etéreo e imprevisible.

El impacto de las redes sociales es fundamental, pero cambiante y mutante a la vez. Internet se nos abrió como “un nuevo mundo de oportunidades” para compartir libremente nuestros conocimientos, una oportunidad de democratizar las opiniones y globalizarlas (entre otras muchas cosas). Pero hoy asistimos, que además los medios y las redes se llenan de demagogos y charlatanes de feria, desinformados parlantes generadores de difusos titulares, cuyo único objetivo es obtener una rentabilidad personal a corto plazo sin importarles las consecuencias que esto pueda acarrear para la sociedad, la sostenibilidad del modelo y los logros conseguidos a base de mucho esfuerzo y trabajo a lo largo de décadas.

blablabla

Es posible que si hacemos una reflexión macro sobre el nivel de riqueza y su reparto a nivel global, la sociedad se encuentre mucho mejor que hace 50 años. Y si esto es posible, es debido a un mayor reparto de la riqueza sobre el planeta, beneficiándose nuevas clases sociales emergentes en los países en desarrollo.

En apenas 15 años, la pobreza extrema se ha reducido en el planeta del 46% al 22%. Y esto es positivo, sin duda. Y debido mayormente al esfuerzo realizado por los ciudadanos de la Unión Europea, que han contribuido con más del 60% de esta ayuda. (*)

edufondo

Pero por otro lado, este beneficio global no se ve reflejado en la medida que aparentemente cabría de esperar desde la perspectiva de los países desarrollados. Esto es, a través del desarrollo de una clase media, con un nivel de formación y cualificación importante y homologado con el de los países desarrollados y por tanto, en disposición de contribuir en mayor medida a la generación de valor añadido local y conseguir la sostenibilidad del modelo en estas nuevas regiones.

Este modelo de crecimiento viene desarrollándose a través de modelos que podríamos definir como “burbujas virtuales”, modelos especulativos y que sólo buscan rentabilidad inmediata, con fuerte inversión en mano de obra poco cualificada, alta competitividad en precios y escasa o nula cobertura social, profesional o educativa. Lo que provoca desajustes sociales importantes, fuerte impacto medioambiental y que se ponen de manifiesto en múltiples formas a lo largo y ancho del planeta.

Hace algunos meses, con motivo de un Congreso Internacional celebrado en Berlín, tuve la oportunidad de compartir mesa con personalidades ilustres del mundo de la política y la economía europea: Wolf Rüdiger Bengs, la Baroness Neville-Jones y Klaus-Peter Willsch entre otros. Debatiendo en “petit comité” sobre cómo afecta la profunda crisis europea a los presupuestos de seguridad y defensa de los distintos países de la Comunidad y las consecuencias que esto puede tener en la sociedad.

Y como suele ocurrir en estos actos, la deriva intelectual tiende a la política primero y a la economía después. En cualquier caso, mi primer motivo de preocupación y consecuente alarma, se disparó ante el terrible y casi apocalíptico mensaje lanzado por alguno de los contertulios sobre el estado de la economía actual y los riesgos inmediatos de inestabilidad en la zona euro y por consecuencia, el impacto a nivel global. Y todo esto ocurrió antes de la “crisis migratoria” en Europa.

Cierto es, que en aquellos meses la percepción y el estado de la Unión Europea estaba siendo vapuleada en sus cimientos. Falta de entendimiento político, falta de ambición europeísta a la hora de plantear grandes políticas unitarias, absoluta falta de liderazgo, falta de rigor a la hora de implantar las medidas estructurales comprometidas en Europa y garantizar su seguimiento y cumplimiento, dualidad en los discursos entre lo que se dice fuera de las fronteras y lo que se hace dentro, visión cortoplacista con mas preocupación por el sillón electoral que por la situación de la moneda única y en consecuencia, el desplome de las economías de los países más débiles.

Si bien, se puede decir que no hubo nada nuevo bajo el sol, si resulta interesante escuchar de primera mano estas reflexiones desde el corazón de Europa, y como se nos ve y percibe desde la distancia. Que por cierto y dicho sea de paso, estamos muy lejos de ver el problema con la misma óptica.

En resumen, la visión de los políticos y los economistas, si bien acaba coincidiendo en el análisis y los motivos de la situación coyuntural, no acaban de aportar soluciones sólidas y serias a largo plazo, más allá de las vagas generalidades que ya todos conocemos de memoria. Pero sin embargo si tendrían un impacto negativo en las políticas de seguridad, defensa y educación en los países de la UE, por las fuertes reducciones presupuestarias. Algo que se puede constatar en estos últimos meses de forma manifiesta a través de las últimas amenazas y ciber amenazas globales, la crisis migratoria, las crisis de identidad europeísta de algunos miembros, los movimientos antisistema y nacionalistas.

Dentro de esta crisis silenciosa, cuyos resultados y evidencias vemos emerger como inmensos icebergs, se producen una serie de daños, nada colaterales, que empobrecen y endeudan a los países de por vida. Desprendiendo de una mínima oportunidad de igualdad a niños y jóvenes que han nacido y vivido en países en permanentes conflictos y/o guerra.

La falta de recursos materiales y humanos para acometer un proyecto educativo “libre”, sólido y sostenible, que permita regenerar a una juventud que no tiene memoria histórica de haber vivido un tiempo de paz. Que no tienen, ni tendrán en años, acceso a los niveles de educación, formación, tecnología, comunicación…de las sociedades avanzada, creando una brecha aún mayor que la imaginada hace años. Unos lugares en donde el ordenador es un objeto más valioso que un coche, y en donde el acceso a internet está restringido a situaciones y localizaciones privilegiadas. Esta desigualdad “extrema” y provocada, es una barrera que bloquea el desarrollo real “global” de los niños y jóvenes del mundo, ante lo que sólo queda imaginación, voluntariado, dedicación y mucho trabajo.

En algunos países, a través de iniciativas “libres y creativas”, han puesto proyectos de educación en pequeñas escuelas o centros a través de antiguos dispositivos móviles, en los que los profesores graban historias, cuentos, lecciones…como mensajes de voz y texto, que es compartido por los niños de escuela en escuela. De esta manera intentan recuperar la ilusión de los niños, las ganas de vivir, de estudiar para ganar la libertad de poder pensar en igualdad de oportunidades, de imaginar un mundo en paz, más allá de las tierras en las que les ha tocado vivir.

“Sería catastrófico convertirse en una nación de gente técnicamente competente que haya perdido la habilidad de pensar críticamente, de examinarse a sí misma y de respetar la humanidad y la diversidad de otros” (El cultivo de la humanidad, 1999). Martha Nussbaum